miércoles, 13 de agosto de 2008

CORRIENTE ESTÉTICA

Sin dudas, Rubén Darío es uno de los maestros más celebrados de nuestra literatura hispana. A pesar que no comenzó el movimiento conocido por Modernismo, sí le proporcionó la ideología cosmopolita que lo calificó como un estilo independiente.

A través de su obra, entendemos las corrientes más profundas que tenían vigencia entonces y cuya comprensión nos es hoy fundamental para entender lo que sucede a nuestro alrededor. Al entenderlas, nos entendemos a nosotros mismos, pues logramos una aproximación a sus orígenes de hace un siglo, pero nos hace comprensible la época que hoy nos toca vivir y, frente a la cual, los paradigmas hasta ahora en uso, se revelan obsoletos. Hoy debemos escudriñar el futuro, pero para ello debemos analizar nuestro pasado reciente. Para lograr esto, el genio imponente de Darío, que llenó toda una época y cuya huella sigue hoy tan vigente como entonces, nos es indispensable.

Cuál fue el aporte original y propio de nuestro poeta a lo que configuró su visión del mundo desde sus raíces filosóficas, es de lo que trataremos en concreto en esta charla. Darío lo hizo dando a nuestra región caribe un lenguaje poético universal, lo hizo dando un espacio a nuestros acentos, a nuestra idiosincrasia y haciendo, por primera vez en la historia, de la imaginación y la sensibilidad de estos pueblos mestizos, una sensibilidad y una imaginación que hoy, gracias al lenguaje poético de Darío, se han convertido en patrimonio de la humanidad.

Pero para lograr esto, Darío se inserta dentro de las corrientes estéticas más avanzadas de su tiempo. Concretamente, lo hace convirtiéndose, al menos desde su llegada a Chile y la publicación de Azul (1888) en su más importante exponente, en el clásico del Modernismo a partir de ese momento e, incluso, llegar a ser el máximo representante de esa corriente, especialmente con su obra cumbre Prosas profanas (1896) y finalmente con sus Cantos de vida y esperanza (1905).

Como rasgo fundamental de su estética, el Modernismo parte del presupuesto antirromántico, el cual definía —valga la pena recalcarlo— la poesía como suprema expresión del arte, según el cual e3s en las otras artes, pero de modo especial en la música, donde la poesía debe nutrir las fuentes de su expresión firmal. La poesía, o es música en palabras o no es poesía, pues poesía es lo que de música tiene la palabra. Y esta musicalidad se manifiesta no solo en el ritmo de las palabras, como luego lo veremos, sino también en el conjunto y estructura formal de la composición, que la asemeja a una canción. Las alusiones a la música son constantes, tanto por la musicalidad misma del lenguaje poético, como por la referencia explícita a las formas e instrumentos musicales.

El culto cuasi religioso por la música es lo que caracteriza al Modernismo y es, a través de este sesgo, que esta corriente estética adviene a la definición de arte como forma. Hacer arte es crear formas. Contrariamente al Romanticismo, no es el contenido lo que define la calidad y la razón de ser de la obra artística, sino su forma; es decir, su lenguaje. Ser poeta es crear un lenguaje, hacer que la palabra advenga al tiempo como evento radicalmente nuevo, es revivir a través del simbolismo de la poesía, la emergencia de la existencia. Como el poeta alemán Friedrich Hölderlin, también Rubén Darío podría decir: «Es poéticamente como el hombre habita sobre la Tierra».

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