miércoles, 13 de agosto de 2008

BIOGRAFÍA




Nació el 18 de enero de 1867 San Pedro de Metepa, Chocoyo, Nicaragua. Fue criado por su abuela tras la separación de sus padres. En el año 1986 viaja a Santiago de Chile, donde públicó su primer gran título: Azul (1888), libro que llamó la atención de la crítica. De regresó a Managua contrajo matrimonio con Rafaela Contreras en 1891; quince meses después nació su primer hijo y en 1893 falleció su esposa. En el año 1892 viajó a España como representante del Gobierno nicaragüense para asistir a los actos de celebración del IV Centenario del descubrimiento de América. Tras viajar por distintos paises, residió en Buenos Aires, donde trabajó para el diario La nación. En 1898 regresa a España como corresponsal y alterna su residencia entre París y Madrid, donde en 1900, conoce a Francisca Sánchez, mujer de origen campesino con la que tuvo un hijo y vivió con ella hasta el resto de sus días. Convertido en poeta de éxito en Europa y América, es nombrado representante diplomático de Nicaragua en Madrid en 1907. Sus primeros poemas son una mezcla de tradicionalismo y romanticismo; Abrojos (1887) y Canto épico a las glorias de Chile (1888). Este mismo año publica Azul… (1888, revisado en 1890), dividido en cuatro partes: 'Primaveral', 'Estival', 'Autumnal' e 'Invernal'. A este libro debe que sea considerado como el creador del modernismo; escritores como Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Machado, Leopoldo Lugones o Julio Herrera y Reissig le reconocieron como el creador e instaurador de una nueva época en la poesía en lengua española. En París entra en contacto con los poetas parnasianos y simbolistas abandonando el provincialismo por una poesía de la universalidad y cuenta su vida cotidiana pero a través de símbolos herméticos. En Prosas profanas (1896 y 1901), obra simbolista, desarrolla de nuevo el tema del amor. Formalmente creó una poesía elevada y refinada con muchos elementos decorativos y resonancias musicales; Cantos de vida y esperanza (1905) es el mejor ejemplo de ello. El canto errante (1907), es su libro, conceptualmente, más universal. En 1913 cae en un profundo misticismo y se retira a la isla de Mallorca. Allí empieza a escribir una novela La isla de oro -que nunca llegó a concluir- en la que analiza el desastre hacia el que está caminando Europa. También compone Canto a Argentina y otros poemas (1914), un libro dedicado a este país en el año de la celebración de su centenario en que quiso seguir el modelo del Canto a mí mismo de Walt Whitman. En 1915 publica La vida de Rubén Darío, año en que regresó a a América donde falleció en 1916 poco después de llegar a Managua.

EL MODERNISMO


El siglo XX comienza en el momento de máximo esplendor de la estética modernista. Iniciado plenamente por Rubén Darío en 1888 con la publicación de Azul, el Modernismo supone una integración de diversas tendencias que se habían desarrollado a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, en especial del Simbolismo y del Parnasianismo. El Modernismo fue, entre otras cosas, una resurrección de la angustia que caracterizó a la literatura europea romántica, que por un momento parecía haber desaparecido con la fe del XIX en el racionalismo cientifista. Demostrada la inoperancia de la razón (Schopenhauer, Kant... ) se recupera ese malestar. Y se sueña, en la nueva poesía, con los momentos felices pasados, donde aún existían seguridades: la niñez lejana, los paraísos perdidos, los jardines cerrados y ordenados; añoranzas de un mundo que se fue. El Modernismo acoge influencias de diversos movimientos. En realidad "el Modernismo no rechazó nada como no fuera la vulgaridad, el prosaísmo, la rutina y el conformismo estético y adocenado" (E.Rull). Con antecedentes tan diversos (Parnaso, Simbolismo, Poe, decadentismo, prerrafaelismo...), es fácil entender que existieran tendencias diferenciadas, fundamentalmente dos: En América (y algunos españoles: M.Machado, Marquina, Villaespesa...) tomó un sesgo fundamentalmente esteticista; se escribe una poesía cromática, brillante, sensual. En España se toma una segunda línea, más sobria y sencilla, que arraigó en los hombres preocupados por el la decadencia nacional: es la vertiente conocida como "Generación del 98", que no deja de ser una línea del Modernismo. El Modernismo fue conscientemente cosmopolita. Sus cultivadores, sorprendidos, comprendieron que estaban participando en una evolución de la sensibilidad que no se limitaba a España, ni siquiera a Europa. El centro era, indiscutiblemente, París. Los poetas españoles se inspiraron directamente en Francia (Verlaine), salvo en los aspectos formales, en los
que Darío fue el maestro.

RUBÉN DARIO Y EL MODERNISMO

Rubén Darío es citado generalmente como el iniciador y máximo representante del Modernismo hispánico. Si bien esto es cierto a grandes rasgos, es una afirmación que debe matizarse. Otros autores hispanoamericanos, como José Santos Chocano, José Martí, Salvador Díaz Mirón, o Manuel Gutiérrez Nájera, por citar algunos, habían comenzado a explorar esta nueva estética antes incluso de que Darío escribiese la obra que tradicionalmente se ha considerado el punto de partida del Modernismo, su libro Azul... (1888).Así y todo, no puede negarse que Darío es el poeta modernista más influyente, y el que mayor éxito alcanzó, tanto en vida como después de su muerte. Su magisterio fue reconocido por numerosísimos poetas en España y en América, y su influencia nunca ha dejado de hacerse sentir en la poesía en lengua española. Además, fue el principal artífice de muchos hallazgos estilísticos emblemáticos del movimiento, como, por ejemplo, la adaptación a la métrica española del alejandrino francés.Además, fue el primer poeta que articuló las innovaciones del Modernismo en una poética coherente. Voluntariamente o no, sobre todo a partir de Prosas profanas, se convirtió en la cabeza visible del nuevo movimiento literario. Si bien en las "Palabras liminares" de Prosas profanas había escrito que no deseaba con su poesía "marcar el rumbo de los demás", en el "Prefacio" de Cantos de vida y esperanza se refirió al "movimiento de libertad que me tocó iniciar en América", lo que indica a las claras que se consideraba el iniciador del Modernismo. Su influencia en sus contemporáneos fue inmensa: desde México, donde Manuel Gutiérrez Nájera fundó la Revista Azul, cuyo título era ya un homenaje a Darío, hasta España, donde fue el principal inspirador del grupo modernista del que saldrían autores tan relevantes como Antonio Machado, Ramón del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez, pasando por Cuba, Chile, Perú y Argentina (por citar solo algunos países en los que la poesía modernista logró especial arraigo), apenas hay un solo poeta de lengua española en los años 1890-1910 capaz de sustraerse a su influjo. La evolución de su obra marca además las pautas del movimiento modernista: si en 1896 Prosas profanas significa el triunfo del esteticismo, Cantos de vida y esperanza (1905) anuncia ya el intimismo de la fase final del Modernismo, que algunos críticos han denominado postmodernismo.

SUS OBRAS




Poesía (primeras ediciones)




  • Abrojos. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.


  • Rimas. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.

  • Azul.... Valparaíso: Imprenta Litografía Excelsior, 1888. Segunda edición, ampliada: Guatemala: Imprenta de La Unión, 1890. Tercera edición: Buenos Aires, 1905.


  • Primeras notas, [Epístolas y poemas, 1885]. Managua: Tipografía Nacional, 1888.
    Prosas profanas y otros poemas. Buenos Aires, 1896. Segunda edición, ampliada: París, 1901.

  • Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas. Madrid, Tipografía de Revistas de Archivos y Bibliotecas, 1905.


  • Oda a Mitre. París: Imprimerie A. Eymeoud, 1906.


  • El canto errante. Madrid, Tipografía de Archivos, 1907.


  • Poema del otoño y otros poemas, Madrid: Biblioteca "Ateneo", 1910.


  • Canto a la Argentina y otros poemas. Madrid, Imprenta Clásica Española, 1914.


  • Lira póstuma. Madrid, 1919.


Prosa (primeras ediciones)





  • Los raros. Buenos Aires: Talleres de "La Vasconia", 1906. Segunda edición, aumentada: Madrid: Maucci, 1905.

  • España contemporánea. París: Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.

  • Peregrinaciones. París. Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.


  • La caravana pasa. París: Hermanos Garnier, 1902.


  • Tierras solares. Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, 1904.


  • Opiniones. Madrid: Librería de Fernando Fe, 1906.


  • El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical. Madrid: Biblioteca "Ateneo", 1909.


  • Letras (1911).


  • Todo al vuelo. Madrid: Juan Pueyo, 1912.


  • La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Barcelona: Maucci, 1913.


  • La isla de oro (1915) (inconclusa).


  • Historia de mis libros. Madrid, Librería de G. Pueyo, 1916.


  • Prosa dispersa. Madrid, Mundo Latino, 1919.


Obras completas





  • Obras completas. Prólogo de Alberto Ghiraldo. Madrid: Mundo Latino, 1917-1919 (22 volúmenes).


  • Obras completas. Edición de Alberto Ghiraldo y Andrés González Blanco. Madrid: Biblioteca Rubén Darío, 1923-1929 (22 volúmenes).


  • Obras poéticas completas. Madrid: Aguilar, 1932.


  • Obras completas. Edición de M. Sanmiguel Raimúndez y Emilio Gascó Contell. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950-1953 (5 volúmenes).


  • Poesías. Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Estudio preliminar de Enrique Ardenson Imbert. México: Fondo de Cultura Económica, 1952.


  • Poesías completas. Edición de Alfonso Méndez Plancarte. Madrid: Aguilar, 1952. Edición revisada, por Antonio Oliver Belmás, en 1957.


  • Obras completas. Madrid: Aguilar, 1971 (2 volúmenes).


  • Poesía. Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1977.


  • Obras completas. Madrid: Aguilar, 2003. (A pesar del título, solo contiene sus obras en verso. Reproduce la edición de Poesías completas de 1957).

EL LEGADO DE RUBEN DARIO


Rubén Darío es irreductible a cualquier interpretación unilateral y excluyente porque su inmenso corpus literario –aún no rescatado en forma completa- admite múltiples lecturas críticas. Como padre de la poesía moderna es español, siempre hay mucho que aprender de él. Durante sus primeras etapas –observa Octavio Paz-, a su obra se la juzgó extranjera. Los españoles le reprochan su afrancesamiento; los americanos, su europeismo. “Unos –los casticistas- no comprendieron que la función del modernismo consistió en recordarle a España la pérdida de su universalidad; los críticos americanos, por su parte, parecían ignorar que nuestro continente es una creación de Europa en sentido literal¨.

De ahí que su proyecto sostenido haya sido la apropiación de la cultura de Occidente como totalidad o, dicho con sentido actual, globalizante, a través de una fecunda asimilación de toda la literatura decimonónica de Francia, su auténtica patria intelectual. Pero este afán universalista no fue advertido por los vanguardistas en los años 30 del siglo XX al llamarle –imitando una frase de Heine- “un sensontle nicaragüense que hizo su nido en las barba de Víctor Hugo”. “Una cosa que nos hace superiores a los europeos en cuanto a ilustración, es que sabemos lo de ellos más lo nuestro” -declaró sin alarde.

Para entonces. Rubén ya desempeñaba una función central como ciudadano revolucionario de la lengua española de su tiempo, a la que revitalizó, lidereando no sólo el modernismo hispanoamericano (“Somos ya legión y contamos con treinta y cinco revistas en todo el continente; de todo eso va a salir la idea de América, que Europa va a descubrir dentro de poco” –afirmó en Buenos Aires en 1897). También el peninsular. Entonces se convertiría en el valor poético hispano más grande desde el Siglo de Oro, pese al discurso antimodernista –cargado de envidia- de los cegatos castellanos que lo creían “meteco”, o sea extranjero, en la península ibérica. Uno de sus representantes fue Leopoldo Alas Clarín, para quien nuestro gran poeta no era sino “un versificador sin jugo propio, como hay ciento….y además escribe sin respeto de la gramática y de la lógica, y nunca dice nada en dos platos”.

Ellos eran incapaces de perdonarle su triple mestizaje de criollo, indio y negro, como lo define en “Raza” (1908), poema-afiche (el primero del que se tiene noticia) o carnet de la identidad nicaragüense, escrito durante su auto-renovadora experiencia vital que significó su retorno a Nicaragua, hace exactamente cien años: “Hisopos y espadas/ han sido precisos, unos regando el agua/ y otros vertiendo el vino/ de la sangre. Nutrieron de tal modo a la raza los siglos. //Juntos alientan vástagos/ de beatos e hijos/ de encomenderos, con/ los que tienen el signo/ de descender de esclavos africanos, /o de soberbios indios, /como el gran Nicarao, que un puente de canoas/ brindó al cacique amigo/ para pasar el lago/ de Managua. Esto es épico y es lírico”.

Dentro de esta constancia identitaria, Darío se autodefinía: “Soy un hijo de América, soy un nieto de España” e interrogaba a su ave-símbolo: “¿Qué signo haces, oh cisne, con tu encorvado cuello, al paso de los tristes y errantes soñadores?”, pregunta que condujo a su transformación. El cisne, que para él tenía una dimensión estética-erótica y era imagen de enigmática e impasible belleza y referencia legendaria y mítica, adquiere una nueva función: la de conductor de actualidad histórica. Es la Esfinge que escruta el porvenir: “¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?/ Tantos millones de hombres hablaremos inglés?/ ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?/ ¿Callaremos ahora para llorar después?”.

Idealista, la oportuna e intencional hispanofilia de Rubén reivindicaba una España no atada al mero utilitarismo condenada por él en “A Roossevelt”, verdadero clamor continental y manifiesto de su actitud potestataria anti-yanki, remontada al desastre del 98, o guerra emprendida por los Estados Unidos contra la Madre patria, acontecimiento que repercutió tanto en la América nuestra, como en la Península, hasta el grado de constituir la experiencia histórica determinante de la generación modernista. “La mandíbula del yanki quedó por momento satisfecha después del bocado estupendo”- se refirió a la pérdida definitiva de las últimas colonias españolas (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) en una crónica suscrita en Madrid el 1 de enero 1899.

A esta cita, es necesario agregar que la dirección fundamental de sus ideas la centró en la identidad latina, concebida frente a la arrolladora Fuerza yanki, tema que desarrolló en otra crónica de 1902. Inserta en el volumen La caravana pasa, cuestiona el libro sobre la norte-americanización planetaria del pensador británico William Thomas Stead (1849-1912), quien planteaba la unificación y expansión del english spoken world; posición desplegada por Darío en Cantos de vida y esperanza (1905), su poemario cimero. Mejor dicho: un orbe humano y, por tanto, contradictorio al contener el optimismo esperanzador y el pesimismo trágico la fe cristiana y la duda angustiosa, la alegría y el desaliento, la amistad y el desamparo, la proclamación de la vida y el terror de la muerte, el triunfo del arte y la condena del poetizar. “La poesía/ es la camisa férrea de mil puntas cruentas/ que llevo sobre el alma”-confesó. Aún más: la suya se convierte en instrumento de conocimiento personal: “Ay triste del que un día en su esfinge interior/ pone los ojos e interroga. Está perdido./ Ay del que pide eureka al placer o al dolor./ Dos dioses hay, y son Ignorancia y Olvido”.

Mas el legado de Rubén sigue siendo actual y trascendente, pues con Martí construyó el “nosotros” latinoamericano, continuando una tradición de formas discursivas, iniciada por Bolívar y demás próceres independentistas y civilizadores. En efecto, toda su obra está llena de valores, de una gran voluntad y una suprema energía por abrirse campo en el mundo artístico e intelectual de su tiempo. De manera que es posible, como lo afirmó Salomón de la Selva, “no conocer más letras que las de Rubén Darío y ser dueño, sin embargo, de una cultura suficiente; tener, es decir, una visión anchurosa del mundo, capaz de ensanchamiento constante; poseer un entendimiento de los hombres cada vez más hondo; contar para cada emergencia de la vida con un sentido más elevado de los que hay por encima de los hombres y el mundo”.

“El universo de los antiguos griegos –agrega Salomón- no fue más espacioso que los poemas homéricos que lo contienen todo; ni el que el occidente europeo construyó en los laboriosos siglos medievales abarcó más que la Divina Comedia. Así, en la obra de Darío, verdadera enciclopedia de nuestra América, se resume y compendia todo en cuanto pensamos y sentimos, cuajan las esperanzas que nos impulsan, palpitan como corazones asustados nuestros miedos, dan alaridos nuestras ilusiones perdidas, abunda todo lo que nos deleita, y desfilan musical y multitudinariamente las realidades e irrealidades de nuestro vivir, las angustias y las glorias, los hallazgos y las fugas, los amores y los odios, y hasta los orgullos patrios y las miserias de nuestras ciénagas civiles. Darío nos fijó horizontes”.

Por eso quisiera terminar con esta frase de ese león católico anti-burgués, practicante del Evangelio que fue León Bloy, uno de los raros franceses de Rubén: “Cuando quiero enterarme de las últimas noticias, leo a San Pablo”. Y es en esa línea hiperbólica que yo acostumbro afirmar algo parecido: “Cuando intento comprender el mundo, cuando deseo penetrar en la compleja realidad del ser humano, leo a Nuestro Padre y Señor Rubén Darío”.

CORRIENTE ESTÉTICA

Sin dudas, Rubén Darío es uno de los maestros más celebrados de nuestra literatura hispana. A pesar que no comenzó el movimiento conocido por Modernismo, sí le proporcionó la ideología cosmopolita que lo calificó como un estilo independiente.

A través de su obra, entendemos las corrientes más profundas que tenían vigencia entonces y cuya comprensión nos es hoy fundamental para entender lo que sucede a nuestro alrededor. Al entenderlas, nos entendemos a nosotros mismos, pues logramos una aproximación a sus orígenes de hace un siglo, pero nos hace comprensible la época que hoy nos toca vivir y, frente a la cual, los paradigmas hasta ahora en uso, se revelan obsoletos. Hoy debemos escudriñar el futuro, pero para ello debemos analizar nuestro pasado reciente. Para lograr esto, el genio imponente de Darío, que llenó toda una época y cuya huella sigue hoy tan vigente como entonces, nos es indispensable.

Cuál fue el aporte original y propio de nuestro poeta a lo que configuró su visión del mundo desde sus raíces filosóficas, es de lo que trataremos en concreto en esta charla. Darío lo hizo dando a nuestra región caribe un lenguaje poético universal, lo hizo dando un espacio a nuestros acentos, a nuestra idiosincrasia y haciendo, por primera vez en la historia, de la imaginación y la sensibilidad de estos pueblos mestizos, una sensibilidad y una imaginación que hoy, gracias al lenguaje poético de Darío, se han convertido en patrimonio de la humanidad.

Pero para lograr esto, Darío se inserta dentro de las corrientes estéticas más avanzadas de su tiempo. Concretamente, lo hace convirtiéndose, al menos desde su llegada a Chile y la publicación de Azul (1888) en su más importante exponente, en el clásico del Modernismo a partir de ese momento e, incluso, llegar a ser el máximo representante de esa corriente, especialmente con su obra cumbre Prosas profanas (1896) y finalmente con sus Cantos de vida y esperanza (1905).

Como rasgo fundamental de su estética, el Modernismo parte del presupuesto antirromántico, el cual definía —valga la pena recalcarlo— la poesía como suprema expresión del arte, según el cual e3s en las otras artes, pero de modo especial en la música, donde la poesía debe nutrir las fuentes de su expresión firmal. La poesía, o es música en palabras o no es poesía, pues poesía es lo que de música tiene la palabra. Y esta musicalidad se manifiesta no solo en el ritmo de las palabras, como luego lo veremos, sino también en el conjunto y estructura formal de la composición, que la asemeja a una canción. Las alusiones a la música son constantes, tanto por la musicalidad misma del lenguaje poético, como por la referencia explícita a las formas e instrumentos musicales.

El culto cuasi religioso por la música es lo que caracteriza al Modernismo y es, a través de este sesgo, que esta corriente estética adviene a la definición de arte como forma. Hacer arte es crear formas. Contrariamente al Romanticismo, no es el contenido lo que define la calidad y la razón de ser de la obra artística, sino su forma; es decir, su lenguaje. Ser poeta es crear un lenguaje, hacer que la palabra advenga al tiempo como evento radicalmente nuevo, es revivir a través del simbolismo de la poesía, la emergencia de la existencia. Como el poeta alemán Friedrich Hölderlin, también Rubén Darío podría decir: «Es poéticamente como el hombre habita sobre la Tierra».

MUNDO CONTEMPORÁNEO

Si el fenómeno de la globalización es hoy día el más dominante en las relaciones entre las naciones, Darío fue un abanderado del cosmopolitismo, que para él estaba indisolublemente ligado a la modernidad. Pero el cosmopolitismo dariano no se limita a la incorporación de América Latina a la cultura europea, símbolo entonces de la modernidad, sino a su inmersión en una cultura realmente universal, que rechaza las tendencias provincianistas tanto hispanoamericanas como españolas.

Pero esta apertura hacia lo universal, y he aquí la lección perdurable de Darío que debería iluminar nuestra incorporación en los complejos procesos de globalización y de mercados abiertos, jamás debe hacerse a expensas de nuestra identidad y de nuestros valores. Rubén concilia su prédica del cosmopolitismo con la necesidad de afirmarnos en nuestra propia cultura y, desde ella, abrirnos a la cultura universal, única manera de no ser arrasados por las culturas de los centros hegemónicos promovidas por los medios masivos transnacionales de comunicación.

La valoración de lo propio hace de Darío el símbolo por excelencia del mestizaje, llamado a ser el gran fenómeno antropológico y cultural del siglo XXI. Como lo ha señalado el maestro Edgardo Buitrago, Rubén se convirtió a sí mismo en el fruto más significativo y diferenciado del mestizaje; en la expresión más pura y más original del “nuevo hombre” hispanoamericano.

Darío, pues, fue consciente de la necesidad de integrarnos al sistema mundial, pero con equipaje; es decir, desde nuestra identidad mestiza y arraigados en el limo de nuestra propia cultura. Darío se dejó influenciar por la literatura francesa pero conservó siempre su honda raíz hispanoamericana. “Toda una naturaleza tropical y todo un pasado indio se despertaron en la lengua de Cervantes y de Góngora cuando la voz del nicaragüense Rubén Darío, en esta lengua soberbia, se puso a cantar, nos dice Jean Cassou.